Para la época en que el bebé tiene ocho o nueve meses, ya estará en condiciones de asimilar la mayoría de los alimentos pisados o "de niño".
También pueden agregarse a su menú algunas comidas suaves, como puré de papas (patatas), yogur, etc. Si se piensa darle huevos, al principio conviene que coma sólo la yema. A esta temprana edad, la clara del huevo puede ser alergénica. Dentro de un par de meses ya podrá asimilar el huevo entero, aunque no más de tres veces por semana, a raíz de su alto contenido en colesterol.
Entre los ocho y los nueve meses, cuando el bebé parezca coordinar mejor el uso de las manos, se puede probar de dejar que maneje la cuchara. Una vez que se acostumbra a tenerla en la mano, se le ofrecerá la comida con la cuchara hundida en ella y se dejará que intente comer solo. ¡Recordar, sin embargo, que en cualquier momento puede hacer un gran lío! No dejarse llevar por la frustración que ello provoque y sacarle la cuchara.
Es probable que aún le lleve de tres a cuatro meses más dominar este arte. En la última etapa de este período se intentará asimismo darle diversos alimentos que él pueda tomar con los dedos, como trozos de bananas (plátanos) blandos, huevos revueltos, galletas que pueda morder, pastas blandas y todo aquello que pueda tragar entero sin problemas o que se disuelva fácilmente en la boca.
Los bebés de esta edad a menudo no mastican sino que tragan directamente. Si se les da algún tipo de pan, es preferible que sea de cereales integrales para asegurar su máximo valor nutritivo.
Aunque existen muchas teorías sobre el mejor momento para el destete, muchas madres inician este proceso alrededor del noveno mes.
Con frecuencia hay diversos factores determinantes de la conveniencia del destete; por ejemplo, el hecho de que la madre ya no tenga tanta leche, su estado anímico o de salud, o bien situaciones laborales o de otra índole que le impiden continuar amamantándolo.
Muchos bebés se apartan del pecho en forma espontánea entre los nueve y los doce meses. Hay madres que creen que el propio bebé debe decidir cuándo ha llegado el momento y siguen dándole el pecho durante toda su etapa de deambulación.
La mejor actitud consiste en destetarlo cuando se piensa que tanto la madre como el bebé están en condiciones para ello. Hay que hacerlo en un período en que no existan grandes tensiones en el hogar (sea por la dentición, una enfermedad, la presencia de una nueva niñera, etc.).
Durante el proceso del destete se procurará mantener al niño interesado en otras cosas, y aunque no se le ofrezca el pecho, tampoco se lo negará si él lo pide. Después de que el niño cumplió un año no es bueno que la leche de la madre constituya la fuente principal de calorías para él, pues sus proteínas ya no son suficientes a esa edad, ni brinda la cantidad necesaria de otros nutrientes, como potasio, cobre y zinc.
Las madres que amamantan a sus hijos pasada esta edad lo hacen, por lo general, más con el fin de consolarlos, reconfortarlos y establecer un mejor vínculo con él, que para nutrirlo.
Quizá la madre descubra consternada que su bebé, que poco tiempo atrás se llevaba maravillosamente bien con todos sus parientes y amistades, ahora no parece tener nada que ver con ellos, ¡y hasta los trata como si tuvieran la peste!
Esta situación comienza normalmente entre el octavo y el noveno mes y llega a su punto culminante entre el décimo y el decimoctavo. Al llegar a los dos años, la mayoría de los niños ya la han dejado atrás. Es una etapa completamente normal de su desarrollo y significa que el niño es capaz de reconocer que todos los objetos y personas son singulares, que están separados de él, ¡y que madre hay una sola! Si hay que dejar al niño al cuidado de otra persona, conviene restar importancia en todo lo posible a la separación, y darles a él y a quien lo cuide un tiempo adicional para que se conozcan o renueven su vínculo.
Asegurarse de que en tales circunstancias el bebé no está demasiado cansado, hambriento, molesto o dolorido por algún motivo, pues en tal caso la angustia de separación será siempre más intensa para él. La primera vez que la madre se separe del niño, dicha separación tendrá que ser lo más breve posible.
Mucho antes de que el bebé aprenda a gatear o caminar y así incremente su movilidad, deben tomarse medidas de precaución en cuanto a la seguridad del medio que lo rodea.
Muchos pediatras recomiendan hacer esto al poco tiempo de nacer el bebé, sin esperar a que gatee o camine, pues para entonces tal vez ya sea tarde. Se guardará en el botiquín un frasco con algún purgante en forma de jarabe para el caso de que el niño trague accidentalmente alguna sustancia venenosa o tóxica, pero si se produce un accidente de esta índole lo mejor es pedir instrucciones para su uso al médico o a la entidad oficial que se ocupa de las intoxicaciones.
Conviene asegurarse de que el número telefónico de dicha entidad está bien a mano. En segundo lugar, se recorrerá la casa y se colocará fuera del alcance del niño cualquier remedio o artículo de limpieza que pudiera intoxicarlo.
También se evitará que pueda alcanzar las cuerdas de cortinados y cortinas americanas (persianas venecianas), cables de electricidad, ceniceros, plantas de interior y otros objetos pesados que podrían caérsele encima, así como objetos cortantes, lápices o bolígrafos y otros elementos que quizá se lleve a la boca, y cualquier otra cosa que amenace su seguridad.
Los tomacorrientes se taparán con enchufes especiales de seguridad; si se vive en un piso alto, se instalarán rejas o vallas protectoras en las ventanas; se ubicará alguna barrera cerca de los hogares, calefactores o estufas portátiles, radiadores u hornallas; se pondrán puertas de seguridad para bloquear el acceso a ciertos espacios, como las escaleras; si hay objetos de vidrio con extremos filosos (v. gr., mesas ratonas para tomar café) se colocarán cubiertas protectoras en tales extremos.
En caso de no poder apartar de su alcance todo lo que sea frágil, tóxico o peligroso por algún otro motivo, se guardará tales objetos en alacenas o armarios con cerradura, de modo que aunque la curiosidad lo lleve al niño a husmear en ellos no pueda abrirlos.
Casi la mitad de los bebés se succionan los dedos de la mano en general, y los pulgares en particular, durante algún tiempo. No es de extrañarse, ya que lo mismo hacían cuando estaban en el útero.
Una vez que el bebé es capaz de llevarse la mano a la boca, ha descubierto un procedimiento maravillosamente conveniente para apaciguarse. Al principio se pensará que esto es una ventaja, pero el alivio puede transformarse en preocupación si uno se pone a pensar en lo que tendrá que gastar más adelante en ortodoncia... No hay motivos para inquietarse: en la mayoría de los niños esta conducta alcanza su apogeo entre los 18 y los 21 meses, y casi todos abandonan la práctica antes de que sea causa de preocupación.
Al parecer, la etapa decisiva de la alineación de los dientes permanentes es alrededor de los seis años, por lo cual la mayoría de los expertos coinciden en que toda tentativa de eliminar la succión del pulgar antes de esa fecha es en realidad inútil. ¡Dejemos que el niño se dé el gusto hasta entonces!
En esta etapa del desarrollo infantil, el bebé advierte que es alguien distinto de su mamá y cada vez que está lejos de ella siente la separación. Cómo atravesarla de la mejor manera tanto para él como para la familia.
Alrededor de los ocho meses se produce un hito importante en el desarrollo del bebé. El psicoanalista inglés René Spitz fue el primero en teorizar acerca de este tema y lo llamó "la angustia del octavo mes", una etapa en que el niño comienza a discriminar entre el todo y su madre, el mundo externo y su propio cuerpo. Puede que comience algo antes, o inclusive después, pero esta etapa de angustia sucederá, sin lugar a dudas.
En ese momento, puede que el bebé se muestre receloso frente a personas desconocidas o incluso ante aquellos conocidos que hasta hace un instante podían tenerlo en brazos o acercarse. Es casi seguro que comience a llorar de una manera diferente y que reclame todo el tiempo la presencia de su mamá. En especial, de noche.
-Hay una combinación de elementos que suceden en esta etapa -explica la licenciada Felisa Lambersky, psicóloga e integrante de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA)-. Por un lado le han salido los dientes y posiblemente no mama como antes, porque ya en su alimentación cotidiana hay incorporación de otras comidas. En este período, además, muchos chicos comienzan a gatear. Es decir, puede desplazarse y comer por su cuenta. Pero lo más característico de la etapa es que comprende que es 'alguien' distinto de su madre y esto le produce invariablemente una gran angustia, un miedo frente a la separación".
Esta es la etapa, añade la psicóloga, en que el bebé demuestra actitudes diferentes frente al resto de las personas. Puede volverse menos sociable y rechazar el contacto con todos aquellos que no sean su mamá. Tiene temor al abandono y por eso la reclamará mucho más y en todo momento. No siempre es fácil atravesar este período, que puede extenderse entre dos y seis meses, porque el bebé estará más demandante y solamente "mamá" podrá calmar su angustia. "Una forma de no angustiarlo más todavía es comenzar a jugar con él a aparecer y desaparecer -añade la psicoanalista-. Eso puede resultarle divertido y le ayudará a incorporar la idea de que las personas pueden 'estar' aunque no aparezcan ante su vista". No se recomienda en esta etapa que la mamá se vaya bruscamente de la casa y tampoco es aconsejable irse sin que él o ella lo vean: la idea (y el desafío) es que vaya acostumbrándose a que mamá se va... pero vuelve.
En muchos casos, puede ser útil que el bebé disponga de algún "objeto de transición" (una teoría desarrollada por un psicoanalista y pediatra inglés, Donald Winicott), que puede ser un osito, cualquier juguete, una sabanita y al que éste define como "el pecho materno, o el objeto de la primera relación"
La licenciada Lambersky dice que el objeto transicional "es clave y que esta pertenencia deberá acompañarlo durante el proceso de separación de su madre, porque le ayudará a no sentirse solo y a superar la angustia". Un momento crucial en esta etapa es el sueño, ya que seguramente no dormirá de corrido toda la noche, por más que antes hubiera alcanzado ese logro. "Es muy común que un bebé que dormía toda la noche, en esta etapa se comience a despertar llorando -añade el doctor Martín Gruenberg, médico pediatra-.
La respuesta debe ser ir rápido a su habitación y contenerlo, pero atención: hay que tratar de calmarlo modificando lo menos posible el medioambiente. Esto significa no sacarlo de la cuna y llevarlo a la cama de los padres, sino calmarlo dentro de su cuarto y lograr que se vuelva a dormir. Si, en cambio, con el reclamo consigue ir a la cama con los papás, por ejemplo, una vez atravesada esta etapa de angustia por la separación puede continuar despertándose porque la respuesta que le dieron le resultó gratificante y esto posiblemente traerá aparejado algún trastorno en el sueño".